Plástica
Omar Soto-Cudnoch estuvo cerca de las artes plásticas desde antes de comenzar a hablar o caminar. Su madre Edith fue siempre una entusiasta de la pintura, lo que hizo de su humilde hogar un refugio del arte.
Desde pequeño veía libros los clásicos del Renacimiento e intentaba imitarlos.
Al llegar la adolescencia comenzó a sentirse atraído por los guerreros y la ciencia ficción, pero pronto volvió el amor por la anatomía y los viejos maestros. Ya con 12 años creó intentos de cuerpos razonablemente correctos en cuanto a la biología.
Ilustración
Fue en esta época que se dedicó completamente al dibujo en lápiz y la anatomía. Cuando tenía unos 15 años, cayó en sus manos un libro de medicina forense. Un poco con pavor, un poco con fascinación repitió en las hojas los músculos, nervios y huesos.
Para cuando terminó la década de los 90 se sentía muy confiado en sus habilidades sobre la antatomía.
Se sentía demasiado confiado.

Pintura
En 1989 ingresó en la Escuela Superior de Arte N 806 de Comodoro Rivadavia. Con altas y bajas, cursó las materias para adolescentes, más las de los adultos. Allí conoció, directa e indirectamente a los mejores artistas del sur de Argentina. Quizás los mejores fueron (y son) Juan Luis Tuñón, Loli Morón e Inés Marquez, entre un hermoso ramillete de pintores.
El acceso al conocimiento de la técnica de la pintura y el color es conservado como quien posee un tesoro único que lo acompaña de por vida.
Desde fin de los 90 comenzó a interesarse en la figura femenina y pasó de hacer guerreros a pintar bellas y elegantes señoritas.

Arte Infantil
Otro de los deleites es arte infantil. Dibujar para niños es sentirse niños otra vez. Es permitirse jugar con los colores, haciendo ruido de cohetes y soñando despierto que unos globos de colores nos pueden llevar por todo el mundo.
Es quizás la parte más gratificante del arte.

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